Mujeres que resisten
En cada cárcel de Chile, además de barrotes, registros y murallas, hay algo que no se ve, pero se siente con fuerza: el amor y el aguante de las mujeres que acompañan a sus parejas detenidas.
Mujeres que no cometieron delito alguno, pero que día a día viven también una condena en la sombra.
Son ellas las que organizan con una precisión admirable el fin de semana completo para poder llegar a los penales. Las que madrugan con frío, cargan bolsas llenas de tupper y caminan largas cuadras porque el transporte no llega hasta la puerta. Las que planifican con anticipación cada detalle de la visita: desde la ropa que llevarán hasta los documentos, las tarjetas, el pase de visita, el carnet del niño o la niña. Todo debe estar impecable.
Son ellas las que preparan la comida con cariño y esperanza, sabiendo que tal vez, ese almuerzo compartido en un espacio frío y lleno de normas será uno de los pocos momentos en que podrán mirarse a los ojos. Son las que llevan encomiendas, escuchan las penas, dan ánimo, preguntan por los fallos y, aun así, deben volver solas a la casa a cuidar de los hijos, a trabajar, a rendir en lo cotidiano como si no cargaran con un peso extra.
En muchos casos, ellas también se endeudan para las encomiendas, para el pasaje, para la tarjeta de llamada, para el trámite. Porque acompañar no es barato. Implica gasto económico, pero también emocional. Es pararse firme en medio de la vergüenza, del juicio social, de la burocracia, de las miradas, del “para qué sigues ahí”. Pero ellas saben por qué lo hacen. Y lo hacen con amor, dignidad y fuerza.
También son ellas las que sostienen emocionalmente a los hijos e hijas que extrañan. Las que responden preguntas difíciles, que enfrentan cumpleaños sin el papá, y aún así mantienen viva la relación. Son mujeres que resisten, que no se quiebran fácilmente, aunque a veces lloren en silencio camino a casa.
Este artículo es para ellas. Para ti, que vives esta realidad y quizás nunca te lo han dicho: lo que haces es inmenso. Lo que haces es amor en estado puro. Y también es un llamado a visibilizar este esfuerzo. Porque acompañar a alguien que está privado de libertad no debería vivirse en soledad. Existen redes, espacios, acompañamiento psicosocial, apoyo legal, emocional, comunitario.
Si eres una mujer que acompaña a su pareja en un penal, no estás sola. Conocemos tu camino, tu carga y también tu coraje. Escríbenos. Queremos ayudarte, sostenerte y caminar contigo. En muchos casos, ellas también se endeudan para las encomiendas, para el pasaje, para la tarjeta de llamada, para el trámite. Porque acompañar no es barato. Implica gasto económico, pero también emocional. Es pararse firme en medio de la vergüenza, del juicio social, de la burocracia, de las miradas, del “para qué sigues ahí”. Pero ellas saben por qué lo hacen. Y lo hacen con amor, dignidad y fuerza.
También son ellas las que sostienen emocionalmente a los hijos e hijas que extrañan. Las que responden preguntas difíciles, que enfrentan cumpleaños sin el papá, y aún así mantienen viva la relación. Son mujeres que resisten, que no se quiebran fácilmente, aunque a veces lloren en silencio camino a casa.
Este artículo es para ellas. Para ti, que vives esta realidad y quizás nunca te lo han dicho: lo que haces es inmenso. Lo que haces es amor en estado puro. Y también es un llamado a visibilizar este esfuerzo. Porque acompañar a alguien que está privado de libertad no debería vivirse en soledad. Existen redes, espacios, acompañamiento psicosocial, apoyo legal, emocional, comunitario.
Si eres una mujer que acompaña a su pareja en un penal, no estás sola. Conocemos tu camino, tu carga y también tu coraje. Escríbenos. Queremos ayudarte, sostenerte y caminar contigo.